En un mundo lleno de distracciones y multiactividad, el tiempo se nos escapa de las manos sin enterarnos. La vida pasa y, si no paramos, nos la “perdemos”.

Necesitamos parar para descansar nuestro cuerpo y nuestra mente, para darnos cuenta de lo mucho que vivimos cada día, de como estamos, de cómo están los de nuestro alrededor, de las pequeñas cosas y momentos que, en definitiva, dan calidad a nuestra vida

Vivimos de estímulo en estímulo siempre buscando y esperando el siguiente, ya sea el próximo fin de semana, el próximo puente o las próximas vacaciones.  Y cuando llega, lo tenemos también tan cargado de actividades que los días pasan volando y ni nos enteramos.

Cada vez oigo más veces frases como: “se me ha pasado volando este año, parece mentira, ni me he enterado”, “no me da la vida”, “necesito descansar”….

Este continuo pensar en lo siguiente hace que también nos perdamos el tiempo que hay entre “un gran evento” y el próximo, que es la vida cotidiana. Del trabajo a casa, de casa al trabajo, parado en atascos, a buscar a los niños al colegio, a llevarlos a las 250 actividades que les organizamos para que ellos, pobrecitos, tampoco se aburran o “pierdan el tiempo” jugando. Además, así, mientras los tenemos ocupados, nosotros podemos seguir haciendo miles de cosas.

Y así, en esta dinámica del “corre-corre” nos perdemos los pequeños momentos que son muchos y por lo tanto importantes en la percepción que nos creamos sobre la calidad de nuestra vida.

Estamos tan inmersos en este estilo de vida que incluso está socialmente mal visto contestar “nada” a la pregunta: ¿qué haces?. Y creo que esto es así porque inconscientemente tenemos asociado el no parar, la multiactividad y los multieventos al éxito. Cuantas más cosas tengas que hacer, cuanto más ocupado estés, más aparentemente llena está tu vida y más exitoso eres. Desde mi punto de vista, nada más lejos de la realidad.

Tenemos pánico al aburrimiento, al “no tengo nada que hacer”, probablemente porque, en el fondo de nuestro corazón, todos sabemos que al parar podemos encontrarnos con cosas que nos pueden resultar dolorosas. ¿Cuantas parejas conocemos todos que no paran ni durante las vacaciones para no encontrarse a solas, tranquilos, el uno con el otro? ¿Cuanta gente se queja constantemente de lo atareado y estresado que está sin ponerle remedio?

¿Y por qué sucede esto? Por que no es fácil enfrentarse a cosas como “mi pareja no va bien”, “estoy harto de mi trabajo”, “mi vida no es lo que yo había planeado”, “no me encuentro muy bien pero ya pasará” o “necesito hacer cambios, pero no me atrevo”. Lo curioso es que es precisamente parando, observándolo, desde donde podemos empezar a ponerle remedio. Porque darnos cuenta de lo que nos ocurre, hacer consciente lo que no está funcionando en nuestra vida es el primer paso para solucionarlo.

Parar y revisar en qué ocupamos nuestro tiempo para desde ahí poder gestionarlo, darnos cuenta de lo que vivimos cada día y elegir conscientemente cómo queremos vivirlo nos ayuda a disfrutar más de todo, a vivirlo de verdad.

¿Cuándo fue la última vez que te paraste a observar una puesta de sol, un amanecer, las nubes en el cielo o el color de los árboles en otoño? ¿Cuánto tiempo hace que no tienes una conversación de calidad con alguien? ¿cuánto hace que no VES de verdad a los que te rodean? ¿Cuándo fue la última vez que dejaste de hacer algo para dedicar media hora de verdad a alguien?¿y a ti mismo?

 Para, respira y disfruta del viaje!!!

Esther Valls, diciembre 2019

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